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5 noviembre 2016 6 05 /11 /noviembre /2016 00:02

LOCUTORES Y PRESIDENTES.

Desde niño fui un radiófono pertinaz. Hijo único, la entretención radial ocupó gran parte de mis largos tiempos libres, junto con la lectura.

Circunscrito en aquella afición más que nada al ámbito porteño, me solazaba escuchando las noticias, comentarios, opiniones y pareceres de la gente de radio de la época y el lugar, que le daban algo de sabor e interés a las vidas sencillas de jóvenes y viejos. Mejor aún si era sobre lo deportivo: Carlos Kutscher Parra, Heraldo García, Leonardo Lambarri, Luis Eduardo Gianelli, Mr. Bing y Fígaro. Luis Muñoz Ahumada, de quien llegué a ser cercano y amigo a fines de los sesentas. Martín Rodríguez, compañero del Club de Leones. En fin, locutores –los más- y periodistas –una minoría- de entre los nombrados y a sabiendas que se me escapan muchos otros nombres por la inexorable influencia del olvido.

Afincado ya en Santiago y con la expansión de la radiotelefonía e irrupción de la televisión, admiré en su género a privilegiados lectores de noticias, distinguidos por su buena dicción y capacidades expresivas y por sus voces privilegiadas en la transmisión diaria de novedades locales y del mundo: Sergio Silva, Pepe Abad, Javier Miranda, César Antonio Santis, Ricardo García, entre tantos otros. Casi siempre restringidos, empero, a la lectura sin errores, con los énfasis vocales apropiados, la acentuación e inflexión de voz acertadas y una liviandad, simpatía y grata presencia que a casi todos caracterizaba. Buenos locutores, por cierto. Mejor digamos, excelentes.

Pero, ¿pensó alguno por ventura que por esos dones personales y vocales, podrían llegar acaso a tener aspiraciones nada menos que presidenciales? Francamente no lo creo, aunque es probable que en una votación popular Raúl Matas habría logrado altas votaciones, tal vez…

Pero la influencia masiva de los medios, el desprecio popular por el conocimiento, la versación, la compenetración en materias económicas y la preparación a fondo en otras, así como el desdén por la ilustración, la experiencia y la cultura, han provocado hoy en día que un hasta a poco lector de noticias, arribe ahora con seria aspiraciones a un asiento en La Moneda. ¡Oh maravillas de la democracia moderna! Un especialista en “cosas generales” como se auto denominan muchos de su profesión, aspirante a dirigir los destinos del país. Conocido por agregar un par de comentarios algo simplistas a la lectura de noticias para lo cual lo contrató hace años la TV. Increíble, agrego.

En su ya avanzado rol en el Senado, al cual llegara con el apoyo electoralmente valioso de masones y radicales, se ha limitado a votar –mansamente- apoyando casi todos los sabidamente desprolijos proyectos de la mandataria actual. Nada sabemos de su valor añadido en estas materias, de su rol en profundidad como legislador, de sus proyectos de Estado. Solo algunos breves y presurosos agregados coloquiales cuando es interrogado por sus colegas de la radio o la TV sobre algunos temas de interés coyuntural y casi siempre doméstico.

Pensamos que todo tiene su límite y que si el arrastre populachero y afanoso por la novedad y el cambio le dan posibilidades a este oportunista locutor, habremos tocado fondo en nuestra inconciencia sobre lo político. Saldremos de las brasas para caer en las llamas. Lo que décadas atrás parecía increíble se haría así realidad. Cómo saltarán en sus tumbas – digo yo- los tribunos que tuvimos otrora, al observar desde el más allá que en Chile los lectores soplados por el teleprompter pueden convertirse de la noche a la mañana en mentores de nuestro anhelado desarrollo, en adalides de nuestro avance económico (más añorado aún) o – peor aún- en conductores de nuestra política exterior.

Apartándose de los extremos a que llegara en su creación musical el autor del célebre Cambalache, digamos que mucho de su genérica idea aplica en este caso: da lo mismo…; estamos todos metidos en el mismo lodo…; cualquiera es un señor...

Notable, dirán algunos. No hay paciencia, agregamos nosotros.

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