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12 marzo 2016 6 12 /03 /marzo /2016 18:32

Discriminación.

Dícese que se refiere a “toda acción u omisión realizada por personas, grupos o instituciones, en las que se da un trato diferente a una persona, grupo o institución en términos distintos al que se da a sujetos similares, de los que se sigue un prejuicio o consecuencia negativa para el receptor de ese trato”.

Pues bien, he descubierto que debo de ser un impenitente discriminador. Son variados los sujetos víctimas de esta visión mía de ellos o de ellas. Por de pronto, discrimino a los flaites. Y de paso a sus primos cercanos, los ordinarios, los ramplones, los amantes de la vulgaridad, los zafios y los groseros en el lenguaje, principalmente.

Parece que en ese sentido soy un discriminador verdaderamente minoritario, porque creo que son muchos más los que entran en estas categorías. Basta subirse al Metro para apreciarlo. Pero es que allí también discrimino a las gordas mórbidas, a las guatonas generalmente sebosas y a las pachachas, que sí son mayoría dentro de los pasajeros de ese medio de transporte. Les reitero entonces: soy un discriminador pertinaz. Aunque -válgame confesar,-cuando miro mi propia panza muy frecuentemente me auto-discrimino.

Disparo también hacia los siúticos relamidos, los arribistas y los políticos oportunistas. Los discrimino sin tacha ni medida.

Es cierto que también tiendo a discriminar, aunque con cierto disimulo, a esos que se identifican con ciertas letras asociadas: DC, UP, NM, por ejemplo. Reconozco que con ellos he debido hacer con frecuencia algunas excepciones. La amistad es más fuerte, en estos casos, así que se trata de una discriminación algo discriminatoria.

¿Y qué pasaba si de jóvenes preferíamos a las morenas en desmedro de las rubias, o al revés? No puedo pensar que era eso discriminación, porque a pocos podían importarles esas diferenciaciones, me imagino. Pero sí recuerdo, que por esos años discriminaba yo ya a los partidarios deportivos de las insignias UC, UCh, CC o EV. Y lo sigo haciendo, en importante medida. Francamente, parece que no tengo remedio.

Pasados los años, he centrado estos irreprimibles afanes discriminatorios en quienes emplean en el lenguaje verbal o escrito, vocablos que me ahuyentan: hubieron, tiene que ver, el tema, mediático. En esta categoría discriminatoria entran los cursi-reporteros que nos atosigan con sus “de hecho”, “justamente” o “por supuesto” repetidos como muletillas que les sirven para salir del paso evidenciando a todas luces su pobreza lingüística. Ya tengo identificados a casi todos estos especímenes, así que recurro al zapping o al cambio del dial si me topo con alguno de ellos en los medios. Pero en el canal vecino, otra vez las mismas muletillas.

Se dirá, de seguro, que mi peor discriminación pasa a ser la de género. Efectivamente, los homo, transg, bisex, transex, metrosex, lesb, etc…me causan inveterada aversión. Con cierto asombro, sin embargo, reconozco que últimamente he debido atenuar estas actitudes, al ver que hijos/as de amigos míos han descubierto algunas de tales condiciones en sus progenituras. Líbreme Dios, digo para mis adentros.

Peor aún, creo que estoy entrando a discriminar a los partidarios de la igualdad a ultranza. Con algo de pudor debo confesar que soy –tal vez- un franco partidario de la des igualdad. Me gusta la palabra distintivo, pariente de distinguido. Discrimino también entonces a los igualitaristas y a los comunitaristas, aunque las emprendo con mayor fuerza en contra de los comunistas. Así es la cosa.

Pero si observamos la parte de la definición introductoria que reza… en términos diferentes al que se da a sujetos similares, ¿cómo voy a considerar “sujeto similar” a un caballero a carta cabal, respecto de un picante o un punga, para emplear términos en este último caso propios de mi generación? Querría decir entonces, que no sería tan discriminador como yo mismo confieso. Digo yo. Además de que no creo que a estas alturas de mi vida pueda causar algún perjuicio a alguien con estos afanes catalogables más bien dentro de la esfera del pensamiento, pero no de la acción.

Y muchos se salvan de esta visión discriminadora a diestra y siniestra. Unos ejemplos: Nat King Cole, Louis Amstrong, Ella Fitzgerald, Johnny Mathis, Sammy Davis, Michael Jordan, Pelé y muchos otros han evitado que sea yo un discriminador racial. Y Al Jolson, Dinah Shore, Fred Astaire, George Gershwin, Benny Goodman, Woody Allen, Barbra Streisand, Dustin Hoffman y tantos otros han impedido extender mis dardos discriminatorios hacia los de las etnias judeo-semitas.

Debo confesar algo: El ser semi asalariado de patrones de sangre árabe, ha evitado en la práctica que prolongue este trato hacia quienes poseen estos ancestros. Seré discriminador, pero no suicida… Aunque muchas veces para mis adentros me he reprimido de lanzar improperios hacia algunos turcos de m…cuando no comulgan con mis propuestas o mis pareceres.

Por último, acepto también ser discriminado: por pasado de moda, por viejo, por mañoso, por venido a menos o… por discriminador. Son las reglas del juego.

A estas alturas de la vida es mejor confesarse. ¿Habrá alguien más discriminador que quien escribe estas líneas? Les planteo el punto…

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