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20 noviembre 2015 5 20 /11 /noviembre /2015 17:03

Por razones de trabajo a menudo debo compartir momentos de conversación futbolística con jóvenes treintañeros o como máximo cuarentones. Claro, es un tema obligado: la reciente Copa América para Chile; las clasificatorias para Rusia; el mundial sub-17; los líos de los dirigentes. En fin, no nos falta perspectiva para desplegar amenos coloquios, en especial si se trata de apuntar a preferencias personales, a pronósticos sobre lo que vendrá o a las razones por las que unos y otros marcan sus gustos por determinadas enseñas locales o –ahora- pertenecientes al universo futbolero que la globalización y los medios nos ponen permanentemente a la vista.

En medio de estos grupos para mí extremadamente juveniles, mal puedo tocar temas musicales. Si de ello se tratara, quedaría de inmediato al margen como un verdadero extra terrestre, si llego a citar por ejemplo a Pedro Vargas o a Leo Marini. Tal vez un tímido interés si menciono a Sinatra o a Elvis. Me resigno y procuro volver entonces al ámbito futbolístico, en que al menos puedo desenvolverme –pienso- de manera más comprensible para mis jóvenes interlocutores.

Días atrás se analizó el comportamiento de la Sub-17 en la reciente Copa Mundial desarrollada en casa. Opiniones dispares, como siempre ocurre con estos temas. Alguien mencionó entre las pocas revelaciones con futuro a un tal René Meléndez. Cuando discretamente intento hacer referencia al homónimo ídolo nortino que llevó a los evertonianos a su cénit cincuentero, se produce un silencio que pretende decirme al parecer…ya salió este vejete con sus cuentos de antaño. A ese René Orlando que cita no lo conoce nadie... No insisto pues en continuar exaltando las virtudes del crack máximo de mi época, porque el eco encontrado no sería obviamente el de los mejores.

El tema se desvía entonces a la comparación de las duplas goleadoras de ahora con las de antes y todo se limita así a la de Zamorano-Salas versus Sánchez-Vargas. Nula chance de aportar novedades. Un cuarentón desliza tímidamente la de Caszely-Ahumada para terciarse con originalidad en el debate. No encuentra desde luego mucha acogida. Empero, envalentonado postulo yo mis preferencias hacia Meléndez-Robledo y otra vez el silencio con algún dejo de reproche se hace presente. Algo azorado por mi audacia evocadora, retiro mis fichas y me centro en aquélla restringida contienda que tanto ocupa a estos jóvenes, Por mi mente, sin embargo, no cesan de desfilar los nombres de Landa-Tobar; Robledo-Muñoz y varios más sobre los que prefiero omitir toda nominación a sabiendas que no competirían ni siquiera en primarias.

Cuando la comparación se centra entre Bravo y el Cóndor Rojas, marco desde un primer momento mis preferencias por este último. Los que asienten lo hacen porque sus padres les influyeron o porque algo han sabido de las hazañas de este héroe de la valla nacional, por sus recientes infortunios de salud o por lo que sucedió con la bengala. Pero si llego siquiera a esbozar que Sergio Roberto Livingstone competiría perfectamente con cualquiera de los citados, piensan que me estoy centrando en lo de la locución radial comparándolo con Julio Martínez.

Y a propósito de esto último, las opiniones se dividen hoy entre Claudio Palma y otro señor al que dan por llamar el trovador del gol. Otra vez mi condición de ser de otra galaxia se asoma cuando hablo de Darío Verdugo, Raúl Prado o Sergio Silva. En vano hago referencia a la condición de inventor de jugadas inexistente del primero, a la prematura muerte del segundo o a la amenidad, ingenio y gran sentido de humor del último. Mal podría desviar el tema hacia Radio Tanda en que con tanta gracia Sergio participaba con un inolvidable elenco. Entrar en ello me habría valido el mote de contador de historias que –dirían- solo son atribuibles a chochería o a exceso de imaginación.

Termina así la jornada generalmente coincidente con la hora del almuerzo, alegre yo no obstante de poder compartir con las generaciones actuales, un privilegio que pocos tienen en el plano laboral. Pero no dejo de pensar en que mi sitio debiera estar tal vez en algún café para jubilados, en una plaza donde estos dan alimento a las palomas o…en las letras que felizmente puedo desplegar sin restricciones, aunque a sabiendas que esto solo lo compartirán unos pocos contemporáneos que aún van quedando. Así se escribe la historia, cavilo resignadamente…

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